Cuando era pequeño, tendría unos nueve o diez años, en el jardín de la casa donde vivía en Bonanza, había una enorme planta de margaritas, era tan grande que se había convertido en un arbusto donde yo solía meterme, como si fuese una cabaña, a escuchar la radio. Escuchaba la radio sobre todo a medio día, al solito en invierno y a la sombrita en verano.
Así que muchas horas de mi vida la pasé escuchando la radio, imaginando y fantaseando bajo el Árbol de Margaritas. Mi amor por la radio nació debajo del arbol de margaritas casi todas las tardes, mientras mis hermanos y amigos jugaban al fútbol, yo fantaseaba debajo de mi árbol, ese árbol de margaritas con un olor particular que ahora recuerdo.
Aunque mis primeros recuerdos de la radio son anteriores, cuando tenía tres o cuatro años escuchaba la radio, sobre todo aquellos discos dedicados, mientras mi madre lavaba la ropa en uno de esos lebrillos en la delantera. Entonces vivía en Los Llanos y recuerdo perfectamente el soniquete de las dedicatorias de los discos y esas frases: “A Manolito, con mucho cariño, de su madre que lo quiere mucho”.
También recuerdo por las noches que mi padre ponía una de esas radios grandotas y escuchábamos “Ustedes son formidables”, “Conozca usted a su vecino” o “Matilde, Perico y Periquín”.
Así que muchas horas de mi vida la pasé escuchando la radio, imaginando y fantaseando bajo el Árbol de Margaritas.
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